Imagina alguna vez, ese mágico día.
Mi libro editado, impreso y es hora de una gran conferencia, dónde presente ante gente que ya leyó y otra que apenas lo leerá, mi libro; mi sueño. Centenares de gentes que al parecer no conozco llegan al auditorio, mis familiares en una esquina, yo detrás del escenario nervioso, tomando agua, calentando motores, pero algo me fatiga, sé que no estarás. Duele y empeora cada segundo, no estarás en la primera presentación de aquel libro, que sólo habla de ti y de mí.
Faltaban 20 minutos para el encuentro con las gentes que llegaron, saludaba a lo lejos a mi familia, mi madre se acercó y me dio su bendición; le pregunte por ti, no sabía nada. << ¿Por qué tardas tanto mi amor? >> pensaba nervioso – no sé nada de ti, nada -, la agonía me calcinaba, pensaba que las palabras no brotarían estando ya arriba, pero tomé más agua todavía afloje mi corbata y de un tirón fuerte la quité. Pasaron 10 minutos dramáticos, entre manotazos a mi madre preguntándole por ti, entre aplausos y gritos de desesperación de la gente, entre mi manager preguntándome si todo está bien –no, no está bien, me falta mi inspiración-, continué caminando de un lado a otro, te busqué entre la gente y nada.
5 minutos y a escena, tendré que conformarme con verte en la casa, abrazarte y preguntarte porque no llegaste a éste importante momento en mi carrera, cabizbajo tomé la copia mía del libro y me preparaba para subir. Comenzaban a anunciar mi nombre, primera llamada, decían. Era hora y tú no llegabas. Suspiro al aíre y lejana tú presencia –otra vez el trabajo te privo de mi vista, de éste momento especial, para los dos. El libro de nuestras historia sin fin se presentaba ante centenares de lectores, y tú no estabas ahí-, segunda llamada.
Por fin era hora de subir, miré hacía donde encontraba a mi madre, otra vez le preguntaría por ti, pero algo raro ocurría, no la vi, me paré de puntitas, meneé mi cabeza de un lado a otro, no estaba - ¿qué pasa? – no los encontraba, a nadie. Tercera llamada, con ustedes: Eduardo Oyervides, en la presentación de su primer libro, llamado: Elisa. Se escucharon aplausos, suspiré al aire nuevamente, me resigné – no vendrá -.
Comencé hablando de cómo me decidí a escribir está historia tan personal:
Fue sencillo – dije -, apenas en mis tres meses de relación me tocó observar como ella, contaba alegremente nuestra manera de conocernos, que por cierto, no fue nada típico. Ella lo contaba con una chispa, reía, se alborotaba, reía de nuevo. Y viéndola en una de esas manías, comprendí que tal vez yo podría darle un valor más significativo a ese momento; porqué, no es que quiera pintarles mi cuento de hadas, pero, la conocí y me enamoré perdidamente. Como dije no fue nada típico la manera de conocernos, pero me enamoró tan rápido, y, ella es tan perfecta, que caí a sus pies redondito – platicaba, mientras los espectadores permanecían callados y reían con mis cosas, pero yo con la vista buscaba a mi familia, y seguía sin verlos, proseguí – un día, te das cuenta que una sonrisa, un gesto de inocencia, y un perfecto contraste con el cielo, te pueden dar a la mujer perfecta; pero se preguntarán ¿cómo sabías que era la mujer perfecta? Bien, simple, ella a sido y será la única… - frené, vi algo que me congeló -. Una pausa larga, muy larga, la gente quedo sorprendida, frené tan de repente, pues ni más ni menos, llegaste. - Llevabas en vestido blanco que te regale en nuestra primera noche juntos, cabello suelto, en las manos tenías una copia de mi libro y una flor, te miré, me mirabas, temblé y mi manager me recordó la conferencia, retomé el tema, pero una sonrisa enorme se había dibujado en mi rostro, continué -, perdón. Les decía, es y será la única mujer, que explotó al máximo mi faceta de escritor, es la única que me llevo hasta el cielo, volando. Cómo dice el poeta Oliverio Girondo, es su poema “el espantapájaros”: “…no me es posible ni tan siquiera imaginar qué pueda hacerse el amor más que volando”.
Te acercabas más y más al escenario, te miraba desde arriba de él, te cuidaba. Llegaste hasta el escenario, nunca te gusto demostrar ante la gente, siempre eras reservada, pero algo gigante no sé qué paso, que alzaste la flor hacía mí y me miraste, fijamente. Paré y tomé la rosa sutilmente, tomaste mi mano y me jalaste hacía ti, al momento de caer, manoteaste como queriendo atraparme, era imposible, semejante gorilón. Caí en frente de ti, aun sostenías la flor, y de nuevo me la diste, mientras el guardia arriba del escenario me intentaba subir, de pronto se armó una trifulca, la gente quería tocarme, te abrace y aleje de todo aquello, la gente quedo paralizada, era algo que ningún otro escritor antes había hecho, veías caer fotos y fotos de periodistas, tú incrementaste tú valor, antes ni me hubiese abrazado ante tanta gente, pero en ese momento escuche tú voz en el oído – ¿no me besarás? – dudé, esa no eras tú o ¿sí? - ¿segura? – pregunte dudoso, sólo respondiste con un “aja”, dejé de abrazarte te miré a los ojos, me miraste, esos ojos grandes, brillantes, llenos de paz, de amor, de alegría, emotividad, y los míos llorosos, nunca fui tan fuerte. La gente nos miraba, espectadora, todos, guardias, barrenderos, los de las luces, el de las chucherías, el presentador, todos, absolutamente todos nos miraban, pero, aun así, cumplí tú solicitud, te besé.
Un beso largo, emotivo, por el momento y porque lo necesitaba después de pensar que no llegarías, un beso que sello el compromiso y éste gran alcance que logramos con el libro. Dejaste de besarme y dijiste sube aún no termina esto, subí y terminé la conferencia con estas palabras:
- Señores, señoras, señoritas, jóvenes en general, les agradezco, el colaborar con éste sueño, éste libro además de ser para ustedes podrán haber notado en la dedicatoria que sólo hay un nombre, un hermoso nombre, un significativo nombre, y espero que alguien se sienta identificado con esta historia, porque todos podemos encontrar una Elisa. Todos podemos, creer, luchar, soñar un futuro con aquella persona amada, y para no hacerles el cuento más largo, finalmente gracias a mi familia que está presente y aunque al principio se burlaban de una capacidad en mí desconocida por ellos, y ahora, véanme. Este logro es para mí familia y para desde hoy, la nueva integrante de ella, y mi inspiración, mi vida, mi todo, Elisa Brito, que si ustedes compañeros, auditorio en general, quisiera pedirte Elisa, ¿te casas conmigo? -.
Dejé al auditorio en silencio, todos a la espera de la respuesta, yo sentía que todos la miraban, pero es no me importo, yo también sólo la miraba, a la espera. Agachaste la mirada, temblé, era un “no” cantado. Levantaste tú rostro y con una enorme sonrisa dijiste – sí, acepto -, el público enloqueció, aplaudían, gritaban, todo era euforia y yo más que feliz, pedí que te subieran al escenario, tenía tú anillo listo, y te recordé algunas cosas en voz baja:
Te prometo, cada noche, dejar que me poseas, dejar que me hagas el amor, locamente si tú quieres, rómpeme las ropas, aráñame, hazme tuyo, que mi fe y voluntad están en ti.
Te prometo, dejar que juegues en mi piel, que sudes y mesas tú cuerpo sobre mí; prometo lo que necesites, hasta morir si lo decides, pero siempre por ti.
Te prometo, mis sonrisas, todo lo que soy, mis locuras, gobiernas mi futuro, mis mañanas, con mi cabeza en tu hombro, abrazados que más me haría feliz, amanecer junto a ti.
Te prometo, mi vida: sólo para ti.
Metí el anillo en tu dedo, me paré y te abrace, nos despedimos del público entre aplausos y gritos. Bajando del escenario, pregunte porque no llegabas y estaba preocupado, contestaste casi riendo, fruncí el ceño, no era de risa, pero dijiste – tú mamá me dijo que no te viera, ¿recuerdas el primer cumpleaños tuyo, dónde llegue de sorpresa? Algo así me pidió tu mamá, por eso no contesté, por eso no llegue a tiempo. Ahora sí, reí con ella. Y de nuevo la besé.